La acumulación en exceso de nitratos en el suelo puede ser tóxica para los animales, sobre todo luego de una sequía como la que dejó La Niña. Cómo estar preparado y prevenir una rápida muerte de los ejemplares.
Los coletazos de la sequía siguen a la orden del día. El verano tuvo al “7 de Oro” como protagonista, pero ahora los técnicos del INTA Cuenca del Salado, cuna de la ganadería bonaerense y zona fundamental para la actividad en el país, alertaron por la posibilidad de intoxicaciones en animales a causa de los nitratos del suelo y el agua.
Se trata de compuestos nitrogenados que pueden ser absorbidos por las plantas para convertirlos en proteínas vegetales. En condiciones de déficit hídrico, el crecimiento de las plantas difiere y acumulan nitratos en exceso.
Los especialistas recordaron que “el agua es un recurso indispensable para el desarrollo de las plantas e influye directamente en su crecimiento y productividad”.
“Condiciones de déficit hídrico con escaso acceso a este recurso vital puede generar algunas modificaciones en su comportamiento. Entre otras, puede predisponer a una mayor absorción y concentración de nitratos”, precisaron.
Más allá de las lluvias que comienzan a darse en distintas regiones del país, luego de un largo período de escasez hídrica, las mismas permiten la reanudación del crecimiento normal de la planta y los nitratos acumulados para ser convertidos en proteína vegetal.
“Sin embargo este proceso puede tardar unos días en comenzar”, expusieron.
¿DÓNDE PUEDE HABER MAYORES CONCENTRACIONES?
Desde el INTA apuntaron que “esta acumulación de nitratos es más común en ciertos recursos forrajeros, como los verdeos, por ejemplo”. Y señalaron los especialistas que este proceso “está potenciado además cuando se aplicaron fertilizantes nitrogenados previamente o cuando el suelo tenga concentraciones altas de nitrógeno previo con cultivos que no los utilizaron”.
Otro de los aspectos a seguir de cerca es el de las fuentes de agua para los animales: allí también pueden contener altos niveles de nitratos.
“En referencia a la toxicidad de este compuesto, existe gran variabilidad en la susceptibilidad a diferentes concentraciones de nitratos en los alimentos y agua, por parte de los bovinos”, explicaron.
En circunstancias normales, el nitrato absorbido en el rumen se metaboliza a nitrito para, finalmente convertirse en proteína microbiana. Ante este exceso, este sistema es sobrepasado y se absorben grandes cantidades de nitrito, que es en definitiva el responsable de los cuadros de intoxicación.
“Teniendo en cuenta lo anteriormente mencionado, se recomienda combinar el cultivo potencialmente peligroso, con otra oferta forrajera, de esta forma disminuyendo la dosis tóxica por un efecto de dilución y a su vez evitamos que los animales entren hambrientos al cultivo”, según detalló el equipo del INTA.
A su vez, recomendaron “realizar un consumo gradual de estos recursos forrajeros potencialmente tóxicos, permitiendo la adaptación de la microbiota ruminal” y subrayaron la importancia de “considerar los 7 a 10 días posteriores a las precipitaciones, tras un período de sequía, como el tiempo de mayor riesgo de intoxicación”.
¿QUÉ HAY QUE TENER EN CUENTA?
Los productores deberán tener en cuenta la sintomatología de los animales, y seguirla de cerca. “Hay que evaluar el comportamiento de los animales una vez que ingresan a un nuevo recurso forrajero o parcela y, ante cualquier duda, consultar a su médico veterinario”, pidieron.
Más allá de eso, indicaron que los signos clínicos luego del consumo de una dosis tóxica de nitrato pueden comenzar rápidamente, que pueden ser minutos o también horas.
“Dependiendo de la cantidad y velocidad de absorción de nitritos en el tracto digestivo, la muerte puede ocurrir dentro de 2 a 10 horas posteriores al consumo”, alertaron.
“En los animales, el nitrito reacciona con la hemoglobina en los glóbulos rojos, formando metahemoglobina, que no puede transportar oxígeno y provocando como consecuencia un cuadro de asfixia”, apuntaron.
Por eso, los animales pueden presentar somnolencia y debilidad, seguido por temblores musculares, aumento de la frecuencia cardíaca, respiratoria, babeo, agitación, pérdida del equilibrio, timpanismo y postración.