Un grupo de productores que forman parte de Aapresid están probando diferentes alternativas para poder enfrentar la gran acumulación de rastrojos que ocurre en el norte de la Patagonia y que suele complicar la siembra.


En la tecnología de la siembra directa, el manejo de los rastrojos es uno de los aspectos fundamentales.

Pero así como son una herramienta clave a menudo para mejorar el contenido de materia orgánica del suelo, pueden ser un problema, en aquellas regiones donde por sus condiciones naturales no se degradan fácilmente y se acumulan, lo que genera complicaciones al momento de la siembra.

Es lo que sucede por ejemplo en latitudes por debajo de ~37°, como las del norte de la Patagonia, donde la acumulación de rastrojos deriva en algunas limitantes, como puede ser la reducción de la temperatura del suelo y el consiguiente incremento en el riesgo de heladas.

Según un Informe publicado por la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid), esta situación es una de las principales causas por las que muchos productores, incluso quienes llevan años en manejos bajo siembra directa, deciden recurrir a algún laboreo o labranza superficial que les ayude a “procesar y enterrar rastrojos” excesivos.

EL EXCESO DE RASTROJOS Y LA SIEMBRA DIRECTA
La Chacra Aapresid Valles Irrigados Norpatagónicos (VINPA) es un proyecto liderado por productores que en 2011 se unieron a técnicos de INTA y empresas para desarrollar la producción agropecuaria en una región desafiante: por un lado de suelos heterogéneos, salinos, poco desarrollados y lluvias de sólo 200 milímetros anuales, y por el otro, un Rio Negro capaz de proeever agua de calidad y condiciones de temperatura y radiación excepcionales para cultivos como trigo, maíz y soja.

Desde entonces este grupo logró ajustar técnicas de riego y producir trigos de 10 toneladas por hectárea, sojas de 4,5, maíces de 15 y vicias de 6 toneladas de materia seca. Asimismo, la constante incorporación de materia orgánica y la presencia permanente de raíces han propiciado un desarrollo y mejora de la salud de estos suelos.

El ingeniero agrónomo Alfonso Cerrota, responsable técnico de desarrollo de la Chacra, explicó que uno de los desafíos en la zona es el manejo de la gran cantidad de rastrojos.

“Se da una combinación entre cultivos de alto rendimiento con bajas tasas de degradación – típicas de esas latitudes – , y escasa actividad biológica de los suelos. Todo esto, en un contexto de deficiente tecnología de siembra disponible, afecta la implantación y la calidad de los cultivos sucesores. La degradación de rastrojos es casi nula de un ciclo productivo al otro”, remarcó.

En este contexto, la Chacra testeó estrategias para gestionar el exceso de rastrojos, como la incorporación de nitrógeno para estimular la descomposición y la aplicación de bacterias degradantes para acelerar este proceso.

“Aunque estas técnicas no han mostrado efectos significativos en la degradación del material, pudo observarse una mejoría en la flexibilidad del rastrojo, facilitando así la siembra”, valoró.

Otra estrategia fue la extracción mediante la elaboración de rollos con diversos fines. “Inicialmente, los productores buscaban establecer una forma de producción de energía para venderla a la red. Sin embargo, a pesar de haber realizado estudios de factibilidad y presupuestos, concluyeron que carecían de la escala, financiación y tarifas adecuadas para justificar dicho emprendimiento”, mencionó.

RASTROJOS FORRAJEROS
En otra línea, encontraron en el aprovechamiento forrajero mediante la producción de rollos o consumo en pie una alternativa interesante.

Cerrota sostuvo que “las pruebas mostraron que la extracción de parte del rastrojo tiene efectos positivos sobre la implantación y producción de los cultivos sucesores”.

Pero aclaró: “la confección de rollos implica un costo que debe ser compensado por su valor de venta”. Durante años secos en el norte de Patagonia, los rollos tuvieron buena salida en el mercado debido a la falta de pasturas naturales, aunque se consideró una situación circunstancial.

Además, se inició una experiencia de recría de terneros alimentados con rastrojo y aditivos que mejoran su aprovechamiento ruminal, obteniendo resultados muy prometedores.

Otra alternativa es la siembra directa de verdeos o cultivos forrajeros sobre el rastrojo tras la cosecha. Esta práctica busca mejorar el aprovechamiento del rastrojo, ya que al introducir la hacienda en el lote y contar con una producción de verdeos o cultivos forrajeros, los animales consumen un mayor porcentaje de residuo comparado con la ausencia de materia verde.

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A pesar de los desafíos que presenta la producción en la Patagonia Norte, el técnico consideró crucial seguir apostando por la labranza cero, incluso en presencia de excesos de biomasa en el suelo.

La clave -enfatizó- está en establecer una “extracción parcial del rastrojo, manteniendo un equilibrio con la capacidad del suelo para metabolizar y descomponer ese material”.

En ese sentido, afirmó que el laboreo no resuelve el exceso de materia seca y, además, puede generar problemas adicionales en la estructura y calidad física y química del suelo, que terminan siendo más perjudiciales que la cobertura misma.