Criado en el sur de Santa Fe, Franco Torresi actualmente sigue el legado de su padre en la empresa familiar y relata su amor por las máquinas. Es el nuevo protagonista de Tierra de Historias.


En Argentina, más del 60% de las labores de siembra y cosecha son realizadas por contratistas; por eso, son un actor que se ha vuelto clave en el entramado productivo argentino.

Son además quienes dinamizan el mercado de la maquinaria agrícola y llevan adelante las innovaciones que ponen a la vanguardia mundial al campo argentino.

En ese camino se anota Franco Torresi, un joven que integra la “nueva guardia” de los contratistas, caracterizados por continuar los legados familiares de sus padres y abuelos, y que fueron los pioneros de la producción agrícola argentina.

Criado en el sur de Santa Fe, cuenta que creció arriba de cosechadoras y tractores, al punto de que aprendió a manejarlos antes que a un automóvil o una moto.

Actualmente, trabaja codo a codo con su padre y es un “fan” de la tecnología de las máquinas. Y es también el nuevo protagonista de la serie de podcasts Tierra de Historias, una producción integral de Profertil, conducida por Juan Ignacio Martínez Dodda, de la que se presenta un extracto a continuación y que se puede escuchar completa en el canal específico de Spotify o al finalizar la nota.

– Tu trabajo viene de herencia, que se va transmitiendo de generación en generación. Tu papá es contratista: ¿qué recordás de niño en el campo?
– Muchas cosas. Recuerdo siempre al lado de la camioneta, con mi viejo de chiquitito y siempre metido entre los fierros, los tractores, las cosechadoras. Me encantaba ir al campo y lo primero que hacíamos era ir una arriba a la cosechadora; yo vivía para estar arriba de una, a tal punto que me había hecho un banquito chiquitito cuando las cosechadoras todavía no tenían asiento para acompañante. Entraba justo entre la puerta y un par de palancas; ponía mi banquito y me sentaba ahí al lado del vidrio y estaba horas mirando, quería aprende, no veía la hora de que me la den para manejar.

– ¿Vos sos de esos pibes que aprendieron a manejar un tractor antes que un auto, más o menos?
– Sí, totalmente. Aprendí primero a manejar una cosechadora antes que un auto o una moto. Obviamente no en el sentido de hacer una cosecha, pero sí me acuerdo que mi papá la acomodaba un poco y me decía “dale derecho”. Entonces me sentaba, agarraba el volante e intentaba ir derechito. Habrá sido como a los 10 años, hasta que en un momento, eso sí lo tengo muy presente, un año cosechando trigo, me dice en un momento “bueno, manejá”. Se levanta, me da el volante y como que desaparece, se baja de la escalera, y me encontré con la máquina ahí adelante. Dije “bueno, que sea lo que Dios quiera”. Y me parece verlo todavía: venía manejando, se acerca el tractorista como para descargar, descargo mal que mal tratando de llevar la máquina para adelante y miro por el espejo a mi viejo, que venía caminando entre el tractor y la máquina, como siguiendo a ver qué hacía. Agarra la escalera, sube, tampoco es que se había alejado demasiado, siempre estuvo ahí, y es un hombre de muy pocas palabras; pero lo noté como que había cumplido con lo que había hecho. Se volvió a sentar, pero me empezó a largar más solo. Ahí tenía más o menos 15 años.

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– ¿En algún momento pensaste en estudiar? ¿O te metiste de lleno a decir: “la verdad quiero quedarme laburando”?
– Cuando terminé la secundaria arranqué a estudiar Administración de Empresas Agropecuaria en Rosario, pero ya sabía que me tiraba el campo, donde ya desde los 18-19 años venía trabajando, sobre todo en las máquinas. Fue el momento en que empezamos a comprar las primeras cosechadoras axiales fue un momento donde empezamos a comprar las primeras axiales, que a mí me fascinaban. Entonces estuve unos meses estudiando en Rosario, hasta que un día me cayó la ficha y me dije: “No tengo que estar acá, quiero estar al lado de mi viejo con las máquinas, ayudándolo metido ahí”. Entonces me vine y le dije: “Yo no voy más a Rosario, quiero estar acá al lado tuyo y arrancar con las máquinas, decime lo que tengo que hacer y yo voy”. A mi viejo no le gustó, porque quería que siga estudiando, porque sabía que yo para para el campo iba a tener toda la vida, pero quería que tenga una formación. Pero aceptó la decisión y me dijo: “Mañana a las 7 te quiero acá arriba, al pie del cañón”. Y así fue. Desde ese día, que debe haber sido 2002, 2003, que estoy al pie del cañón al lado de las máquinas.

– ¿Cómo fue la amalgama generacional con tu padre? Sobre todo porque quizás al ser más joven seguro tenías alguna propuesta nueva o sugerencia.
– Fue difícil, sí. El primer tiempo fue el más fácil quizás porque yo cumplía todas las órdenes que él me daba: mi viejo siguió siempre a cargo del equipo y él tomaba las decisiones, que de hecho todavía sigue tomando, pero era todo “vamos para acá, vamos para allá, subite, bajate”. Después fui creciendo y empezando a tomar mis propias decisiones y sí, pasamos por momentos difíciles en los que chocamos, yo queriendo imponer nuevas ideas y él manteniendo las de él. Igual, yo soy mucho de ceder antes de confrontar y sé que mi viejo tiene mucha más experiencia que yo, generalmente el tiempo le termina dando la razón.

– En estos 20 años trabajando, ¿hay algún momento difícil o duro que recuerdes?
– Yo no, mi viajo sí ha pasado momentos bravos cuando era más chico y la supo sacar adelante. Desde que yo entré, que estamos tirando los dos juntos, no hemos pasado momentos difíciles, como tener que vender una cosechadora por la situación económica. Sí hay momentos complicados, por ejemplo, de on salir a trabajar porque perdés dinero, te conviene dejar la máquina guardada en el galpón. Es esas cosas en que el tiempo le da la razón a él, porque yo soy joven y por ahí las ganas me pueden, trato de ir siempre para adelante, pero no veo la realidad económica. Y mi papá me advierte: “Fíjate que cuando volvamos de la cosecha no queda un mango, literalmente vamos a traer plata, pero cuando le pagaste al del carretón, al del gasoil, a los empleados y al de los repuestos, lo único que hiciste fue gastar la máquina, estuviste lejos de tu familia y no ganaste plata”. En su momento me enojaba, no compartía la decisión, pero el tiempo le daba la razón.

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– ¿Qué es lo que te gusta más de lo que haces hoy?
– A mí sinceramente me encanta ir al campo. De hecho voy todos los días, aunque llueva, a no ser que sea un diluvio, porque soy de la idea de que en el campo siempre hay cosas para hacer. Y teniendo cosechadoras, tractores y esas cosas, siempre vas a encontrar algo nuevo. A mí me encanta ir al campo y estar arriba de las cosechadoras. Soy un tipo muy precavido, trato de tomar todas las precauciones antes de arrancar una cosecha, para que no nos sorprenda nada. Sé que los fierros son fierros y lo mismo se pueden romper, pero trato de minimizar riesgos, y a mis cosechadoras las conozco desde la primera tuerca hasta la última de la salida; sé dónde están los puntos débiles, aquello que se puede llegar a romper o hay que revisar. Eso me apasiona. Incluso tengo con mi mujer un registro de lo que reparo en las cosechadoras. Antes lo anotaba a mano, ahora fuimos pasando todo a la computadora y lo tengo en formato digital, así sé qué cambiamos el año pasado, cuántas horas tienen las cosechadoras, las hectáreas realizadas, muchos datos que después sirven a la hora de sacar cuentas.

-¿Cuál es tu cultivo preferido?
-No tengo uno. Me gusta mucho trigo, cebada, pero también los de hoja, soja, maíz. Lo más lindo es ver máquinas y camiones que van y vienen sin parar, ves la producción que sale del campo. Me gusta ver 10, 15 camiones parados en la cabecera esperan que los llenes. Y cuando lo lograste te da una enorme satisfacción.

– ¿Cómo es cosechar en medio de Navidad o Año Nuevo?
– Cuando me embarqué en esto ya sabía cómo venía el tema, porque de hecho yo ya había pasado navidades con mi viejo cosechando. En el sur de Buenos Aires se arranca la cosecha a principios de diciembre y se termina en los primeros días de enero, así que generalmente las fiestas las pasamos en la casilla, con un asado, un cordero o un lechón. Pero me gusta pasar las fiestas trabajando.

– ¿Cuáles son tus desafíos, tus sueños? ¿Cómo te imaginas en 10 o 15 años hacia adelante?
– Es difícil imaginarse el futuro en la Argentina que vivimos. Pero al margen de eso, yo me imagino siempre ligado a las máquinas, no en otro ambiente. Quizás acompañando a dos sobrinos que en algún momento van a crecer y quizás quieran empezar a formar parte de la empresa familiar, y yo encantado de acompañarlos. Por ahí me veo desde otro punto de vista, desde la gerencia digamos, pero siempre ligado a las máquinas, no me gusta perder pisada en cuanto a la tecnología y estar a la vanguardia.