Desde diciembre, los precios de los principales cortes bovinos bajaron 16% en términos reales. Pero también cayó el consumo. Ahora, con un repunte esperado de la economía y menor oferta de carne, la lógica indicaría que los valores aumenten.
“El precio de la carne: ¿cómo viene y que puede pasar en los próximos meses?”, se titula un informe que dio a conocer este jueves el Instituto de Estudios (IERAL) de la Fundación Mediterránea, que analiza precisamente lo que ha venido sucediendo con los valores de la carne vacuna a lo largo del año y proyecta el posible devenir de cara al resto de 2024.
A grandes rasgos, la conclusión a la que llega el economista Franco Artusso –autor del documento– es que, hasta ahora, el asado actuó como un “ancla” inflacionaria, con una caída en términos reales, pero estima que ese escenario es posible que pronto vire 180° y los cortes bovinos vuelvan a ser un factor de presión para el costo de vida.
PRECIO DE LA CARNE VACUNA: CÓMO VIENE 2024
Según Artusso, tomando como referencia el precio de 18 cortes (en base al relevamiento mensual del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina), en julio de este año el kilo al consumidor promedió $ 7.445.
Así, si se compara este valor con el de antes de comenzar el año (diciembre 2023), “la carne vacuna se abarató un 16% en términos reales desde aquel entonces”, señala el estudio.Como consecuencia directa, esta caída disminuyó la incidencia del precio de la carne en el índice general de los precios al consumidor y “ha contribuido al retroceso de la inflación que se viene observando en este 2024”, asegura Artusso.
En concreto, considerando la participación con que aparece la carne vacuna en las canastas de consumo que habitualmente monitorean los organismos estadísticos cuando elaboran los índices de precios (5-6%), se estima que la carne pasó de aportar 2,2 puntos porcentuales a la inflación de diciembre 2023 a aportar solo 0,11 puntos a la inflación de julio 2024.De todos modos, hay una aclaración necesaria: la estimación anterior simplifica una realidad heterogénea. En la práctica, la participación de la carne bovina en los gastos familiares del mes no es fija, depende fundamentalmente del nivel de ingresos y los precios relativos que se enfrentan.
Por eso es que, en la realidad, durante el primer semestre del año, en un contexto de fuerte caída de la actividad y bajo poder de compra de los ingresos, el consumo aparente de carne vacuna (producción menos exportaciones) cayó 20% interanual y se posicionó en mínimos históricos.
Lo que sucedió en el medio es lo típico de coyunturas de este tipo: las familias recurren a otras opciones más económicas, como el pollo o el cerdo, para salvaguardar sus ingresos.
Más aún si se tiene en cuenta que, a pesar de la “merma” de los últimos meses, la carne vacuna no se encuentra “barata” en relación al pasado: el precio de julio quedó prácticamente al mismo nivel que su media 2007 – 2023 (en términos reales), pero el promedio de enero – julio se posicionó 6% por encima de dicha referencia y con un kilo de carne vacuna pudieron comprarse, alternativamente, casi 3 kilos de pollo o 1 kilo y medio de cerdo.
¿EMPIEZA A SUBIR EL PRECIO DE LA CARNE?
Ahora bien, Artusso reconoce que, de cara a lo que viene, el gran interrogante es qué sucederá con el precio de la carne durante los próximos meses; si tiene margen para seguir bajando y contribuyendo a la desaceleración general de los precios, o si, por el contrario, a partir de ahora comenzará a valorizarse.
La respuesta apunta todos los cañones a que los mostradores volverán a activarse.
“Por el lado de la demanda, si la actividad económica comienza a repuntar, como se espera que suceda hacia fines de año, las familias deberían ir retornando a sus patrones de consumo habituales, pujando por una mayor participación de la carne vacuna en sus canastas (que hoy está en pisos) y el factor bajista que implica la sustitución por otras carnes en el mostrador tendería a atenuarse”, afirma Artusso.
No debe olvidarse al respecto que el fin de año siempre suele ser estacionalmente un momento de alta demanda de asado, por las fiestas.
En tanto, también por el lado de la oferta hay razones para pensar un incremento de precios, debido a que la faena ha venido cayendo sin freno en los últimos meses.
“La producción de carne cayó casi 9% interanual durante los primeros siete meses del año y la hacienda que típicamente abastece al mercado interno se valorizó casi proporcional (vaquillonas y novillitos subieron 7-8% real i.a en Cañuelas)”, explica Artusso.
Y agrega: “Este año la faena (y por ende la producción de carne) cerrará sin dudas por debajo del año anterior que fue récord. Si a esto se le suma que estacionalmente la hacienda en pie (principal costo en la producción de carne) tiende a corregir para arriba en los últimos trimestres, y que podría comenzar a arbitrar un mayor precio para la exportación debido a la reciente reducción de aranceles sobre los productos y subproductos cárnicos, las presiones para los precios en mostrador también serían al alza por el lado de la oferta durante los próximos meses”.