Grobocopatel cuestionó que en Argentina se suele discutir sobre el pasado desde una perspectiva apasionada y en cambio no se coloca la mirada sobre el futuro y las posibilidades de desarrollo del país.
Gustavo Grobocopatel, el empresario de la soja más importante del país, ofreció un panorama acerca del sector agrícola, con cuestionamientos y también optimismo por el potencial argentino. “Si hubiésemos tomado buenas medidas políticas y decisiones hace 10 años, Argentina debería estar produciendo un 40 % más, con US$ 10.000 millones más de exportaciones, integrando de un modo más largo las cadenas de valor, lo que daría más empleo, en el interior, con más industrias y más pymes en el interior, con economías regionales más activas”, sostuvo en una entrevista a TN.
Para el empresario la cuestión impositiva se tendría que haber encarado de una forma diferente, también faltó renovar la ley de semillas, invertir en otras carnes como cerdo y pescado y desarrollar empresas integradas al sector lácteo. Grobocopatel también apuntó contras las dificultades burocráticas que perjudican el surgimiento de emprendedores, más allá del sector agroindustrial, y a las que señaló como más importantes incluso que la cuestión impositiva. “En cada pueblo, Argentina tiene varios emprendedores, todos los conocemos, tienen nombre y apellido. Y están dispuestos a hacer inversiones y gestionar eso, sólo que no le damos la oportunidad de ahorro”, señaló.
Respecto a las retenciones, Grobocopatel sostuvo que no está totalmente en contra. “Creo que en una pequeña medida pueden tener un cierto virtuosismo, por ejemplo, en un 2% o 3%, para financiar en forma más económica la industrialización podría tener un impacto positivo. Si bien muchos productores creen que es dinero que le sacan, la industria se lo devuelve. El caso de la industria aceitera es una muestra de ello”.
El balance de Grobocopatel osciló entre el optimismo, dado el potencial del país, y el pesimismo, habida cuenta de las dificultades económicas y lo que en el plano más bien político él describe como la incapacidad de “poder ordenarnos, coordinarnos, no ponernos de acuerdo en cosas básicas para avanzar”. Y agregó: “No digo para dejar de discutir. No está mal debatir, el problema es que a nosotros nos paraliza y nos atrasa, porque discutimos sobre el pasado no sobre el futuro, nos hace perder tiempo y calidad de vida”.